Cuando fallan las ganas de compartir, de experimentar, de hacer cosas juntos, de construir, de acercarse en la unión, de "hacer piña" juntos, de hacer el amor, de hablar sobre las cosas de dos, de hacer proyectos juntos, de divertirse y reír, de emprender y ayudar al otro, de cuidarle y protegerle, es cuando llega el desamor.
Tomarse un tiempo de separación para reflexionar, y para ver si se echa de menos al otro en las cuestiones relacionadas con el amor: deseo de compartir, deseo de su compañía, deseo de sus caricias y de su cuerpo, deseo de cuidarle y protegerle, y deseo de saber qué piensa y siente y qué hace o deja de hacer, es lo que aconsejamos ante la sospecha de la llegada de tales sentimientos de extrañeza por la presencia del otro.
El amor es como un banco con tres patas. Una de estas es el deseo sexual. Otra es la comunicación y el contacto íntimo. Y la otra: la confianza (y la seguridad que ésta sustenta). Cuando alguna de sus patas se rompe, el banco se cae: se vive el desamor en la pareja. Si el estres cotidiano o la pesada monotonía afecta, a la pasión sexual, o a la comunicación íntima, o, si s pierde la confianza y seguridad por la pareja, estaremos frente a está pérdida de interés y de disfrute con la pareja.
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